María Belén Corso

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Duraznero -   María Belén Corso

Ayer lo sentí,
el primer verano.

Fui carozo de durazno
y en mí, dejé morir la flor.

El frutal merecía aflorar
y con presentimiento de culpa
de la rama más alta
se suicidó el dulzor.

En la mano del hombre
el terciopelo maduro cayó,
con prisa y sin pausa
de un bocado lo devoró.

Fue entonces
cuando algo que no esperaba
entre sus dientes mordió,
y en ese instante
su presumida boca
con saliva impune lo escupió.

Comprendí que a las rosas
se le permiten las espinas
pero a los duraznos,
el carozo no.




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